jueves, 5 de junio de 2014

Chef-chaouen II




 El viaje a Chaouen ha despertado en mí recuerdos y sensaciones que estaban dormidos, ha movido mis sentimientos de una forma que no sabría explicar con palabras. Tirando de archivo he encontrado unas fotos que explican gráficamente lo que quiero decir cuando hablo de que he regresado a mi niñez en este viaje. Un día cualquiera en la vida de dos niñas, en los años 60, el vendedor de la ciudad llegaba al pueblo de mi abuela, con su carromato repleto de "cachibaches" para vender, lo mismo vendía una sartén que una pieza de tela, unas medias o unas alpargatas.


Santa Cruz de Paniagua (Cáceres) ...long long time ago





Las tiendas recuerdan a los ultramarinos de mi niñez, donde un señor con una bata azul marino despachaba absolutamente de todo.







Las casas tenían patios con paredes de piedra y cal, donde se criaban gallinas, conejos, plantas... donde mi abuelo Gregorio me preparaba para merendar un tomate recién cortado de la mata rajado al medio con sal y un pedazo de pan y mi abuela Ana me hacia un plato repleto de patatas fritas, que era lo que más me gustaba del mundo.



En su rostro se ven los surcos de una dilatada vida de trabajo, sufrimiento, tristezas y alegrías, risas y llantos, me alegró compartir un te con ella, aunque no nos entendíamos con palabras si lo hacíamos con el lenguaje universal, los gestos.




Ahora los niños juegan con videojuegos, en sus habitaciones, charlan con sus amigos por teléfono y disfrutan de otra manera, que no digo que sea peor o mejor que lo hacíamos nosotros pero nuestra forma de divertirnos era más sana, pasabamos gran parte de nuestras horas de ocio en la calle, saltando a la comba, jugando a la pelota, o corriendo de un lado para otro, como lo ví en Chaouen, con esa ingenuidad y frescura que caracteriza a un niño.

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